Futbol: vals y religión
El mundo es esférico, como un balón de fútbol. Ella, porque es mujer,
debe ser tratada con delicadeza para lograr enamorarla. La caprichosa, le dicen
porque no con cualquiera se va a bailar a la pista del deporte más famoso del
planeta. Es la doncella más difícil de conquistar. Esas curvas no las puede
tener todo el mundo, sólo quienes logran acariciarla con amor para llevársela a
al vals del futbol.
El baile no se realiza en cualquier explanada o salón, sino en coliseos
más grandes que el de Roma. Según la FIFA, el Vaticano del futbol, debe medir
de 90 a 120 metros de largo por 45 a 90 metros de ancho. Distancia perfecta
para que ambas parte, pelota y bailarín, se desplacen sin interrupción y
comience el cortejo que muchos, desde su invención oficial en 1846, cuando las
reglas se proclamaron.
El vals casi nunca es sólo entre dos, siempre existe un tercero en
discordia que busca el amor de la caprichosa. Se enfrentan dos colosos de 11
cabezas y 22 piernas para saber quién amerita pasar la eternidad con ella. Cada
uno muestra sus mejores armas, las más bellas caricias y besos al son de los
cánticos de las hinchadas. Más celestiales que los ángeles, pero a veces más
hirientes que una herida profunda.
La caprichosa se enamora con besos: pases filtrados exactos al pie del
compañero para dejarlo solo y fusilar al cancerbero rival, tiros libres que
superan a la barrera para incrustarse en cualquier ángulo superior, cambios de
juego directamente al pie, atajadas lindísimas como si los guardametas volaran.
Todos y cada uno de los movimientos llenan los ojos de la caprichosa y comienza
a caer rendida.
El futbol es la religión sin ateos, diría Eduardo Galeano. Una religión
que, como todas, unen y separan. No importa el sexo o el nivel socioeconómico,
todos los hinchas de un equipo o de una selección cantan al mismo ritmo,
insultan a las mismas personas y se abrazan aunque no se conozcan. Pero no
siempre es así. No importa si todos son argentinos, un aficionado del River
Plate odia a morir a uno de Boca Juniors. Lo mismo sucede con el Real Madrid y
el Barcelona en España; América y Chivas en México; Manchester United y
Liverpool en Inglaterra: o el Celtic y el Rangers en Escocia. El odio va antes
que la patria en el futbol.
Pocos han sido los personajes que han hecho la osadía de enamorar a la
caprichosa. Unos más que otros, con más sutileza y amor. Estos personajes, sin
ser canonizados, ya figuran como santos a quienes los aficionados les rezan, o
rezaban, antes de cada partido para lograr la victoria. Maradona, Pelé, Messi,
Ronaldo Nazario, Zico, Didí, Klose, Gullit, Kilnsmann, Puskas, Buffon, Baggio,
Zidane, Cristiano Ronaldo, Ronaldo de Assis, Valdano, Hugo Sánchez, Heleno de
Freitas, Di Stefano, Platini, Totti, entre otros santificados por los aficionados
deseosos de convertirse en ellos.
El amor que los santos del fútbol le tienen a la caprichosa es notorio,
pues la tratan con el cariño que se merece. La alegría se observa, pues
muestran sus sonrisas cuando la tienen cerca, como si quisieran hechizarla con
el brillo de los dientes. Cada pase otorgado a un amigo duele, pues se
desprenden de ella, pero se convierte en alta traición cuando el toque es
errado y la roba un rival. La caprichosa cambia de dueño y se aleja de un
corazón intrépido que buscaba llevarla a su destino.
El fútbol actual parece mecanizado, como realizado en serie, pero
siempre habrá aquellos nuevos santos que busquen darle felicidad a la
caprichosa, a los aficionados y al deporte. Bicicletas, aquellos ochos
realizados con las piernas para que el balón pase entre ellas; sombreros, una
manera elegante de burlar al rival con un toque sutil hacia el cielo; regates
inesperados, chilenas, llamadas así porque un chileno la hizo por primera vez
en Europa; toques precisos, atajadas de lujo, pases de primera con la espalda
al arco y esperando que, mientras le rezan a cualquier personaje divino, llegue
al compañero de cancha. Esos destellos prohibidos en la actualidad: aplaudidos
si resultan y repudiados si fallan.
Muchos seguirán pensando que el fútbol sólo es corretear a un balón,
pero es mucho más que eso. El fútbol es un vals bailado por millones de
personas en todo el mundo que se emocionan al compás de los cánticos y de los
latidos del corazón, a la vez que intentan enamorar a la mujer más caprichosa del
mundo para poderla acariciar con las manos sin ser sancionado. El fútbol es
amor hecho deporte. El fútbol es pasión. El futbol es tristeza. El fútbol son
insultos. El fútbol es violencia. El fútbol es fútbol.
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