Crónica: Realidad Björk
Entrar al Foto Museo Cuatro Caminos, inaugurado en 2015,
es como llegar a otro mundo, a una realidad diferente de la que se vive afuera.
Dos murales de impresión digital, con lo que pareciera ser una mujer creada con
cables, reciben a la gente en el lobby
de espera para el tour. Las camisetas
de los guías y las de las personas que están a punto de adentrarse a este lugar
tienen cinco letras en ellas: Björk.
Subir a
la siguiente sección es la misión. Las escaleras que llevan al primer piso
dejan situada a la gente en una mesa con múltiples tablets y audífonos. Éstas incluyen una aplicación oficial acerca
las cinco letras impresas en las playeras de la gente. Con ellas se puede jugar
en lo que comienza la aventura. Los espectadores miran con confusión las pantallas
por la complejidad de lo experimentado.
A unos
escasos metros se encuentra la primera de las ocho salas que componen esta
exhibición. Es la exposición de realidad virtual más grande del mundo y está
basada en cinco letras impresas en playeras; ni siquiera en el Museo de Arte
Moderno de Nueva York, en Londres, Tokio, Montreal, Reykjavík o Sydney se
presentó completa.
“¿Fuiste al concierto de ayer o irás al del
sábado?”, se escucha decir a un hombre con una playera negra de la cantante
islandesa quien acudió al primer concierto otorgado México. La mayoría son fans
de su música. Se escucha por ahí que Björk no sólo son cinco letras impresas en
playeras, sino una artista fructífera, reconocida y que sólo los artistas la
entienden.
Un
cuarto oscuro, dos pantallas muy grandes y 58 bocinas en las cuales se escucha
al unísono: “my soul torn apart, my
spirit is broken, into the fabric of all, he is woven”, es lo que se
encuentra en esta sala número uno. Disfrutar a Björk es lo que todos quieren, y
qué mejor que con un sonido envolvente en un lugar amplio, con dos planas
tecnológicas que proyectan su figura y muchos fanáticos sonrientes. Son como
niños en una juguetería. A pesar del idioma o lo surrealista de sus videos,
para ellos nada es extraño.
Las
personas comienzan a admirar más Björk. Se nota la alegría porque ya hablan más
de ella. Discuten el sentido de sus canciones durante el camino a la siguiente
exhibición: una explanada techada que está dividida en cabinas de dos metros
por dos metros, donde la realidad virtual creará encuentros íntimos con Björk.
Unos bancos de metal giratorios, unos lentes
de realidad virtual muy grandes y unos audífonos esperan a la gente. Por fuera se
observa a los fanáticos ensimismados, en otro mundo. Por dentro, cada uno de
ellos vive un concierto exclusivo con Björk. “Show me emotional respect, oh respect,
oh respect. And I have emotional needs,
oh needs, oh ooh. I wish to synchronize
our feelings, our feelings, oh ooh”,
la gente escucha a la cantante en el oído, mientras pasan unos minutos en la
playa con ella.
—El siguiente escenario es
el video de Mouth Mantra, habla sobre el sufrimiento que tuvo por la casi
pérdida de su voz, por eso esa escenografía, como si estuviéramos dentro de una
boca. Ella está obsesionada con cantar bien —menciona un guía. Y vaya que sí lo
hace: “My throat was stunned. My
mouth was so numb. Banned from making
noise. I was not hurt. All calmly”.
Entrar en
otro cubo gigante y ver otros lentes grandes y unos audífonos colgando crea la
sensación que se estará conectado a una batería que te recargará o insertará
nuevos recuerdos, como si comenzara la transformación en robot, pero lo único
que hace es acercar más a Björk.
“I raise a monument of love. There is a swarm
of sound. Around our heads. And we can hear it. And we can get healed by it. It
will relieve us from the pain, It will make us a part of”, se escucha
cantar a Björk, mientras las personas intentan acariciarla con los brazos
transportados a su realidad virtual gracias a dos controles.
La última
cabina también crea un lazo más cercano con Islandia y su famosa cantante. Los
mismos lentes y audífonos son colocados en la gente para dar paso a esa
realidad Björk. “We carry the same wound,
but have different cures. Similar injuries, but opposite remedies”, se
escucha en los oídos de las personas. La felicidad de los fanáticos se
transmite de persona a persona a través de sus sonrisas, los cánticos y el
brillo en los ojos de cada una de ellas.
Gran parte
de la exposición está basada en el divorcio de Björk con Matthew Barney. El
sufrimiento y la oscuridad están plasmados en las canciones de las primeras
salas, las cuales encierran tonos muy oscuros; luego se abre paso a su curación
en las siguientes, ya que se convierten en colores más claros, llegando al
blanco. “La gente empatiza mucho con ella, es una gran cantante”, explica otro
guía, con un brillo en los ojos que denota que también es fan de ella. Por eso
trabaja ahí, todo le parece muy familiar.
La
exposición finaliza en un cine a pequeña escala donde se reproducen
continuamente videos remasterizados de Björk. Además de poder disfrutar su
música, esa sala también funciona como un lugar para reflexionar todo lo
acontecido, platicar un poco sobre su cantante favorita y descansar después de
un largo camino por la realidad creada por Björk.
“¿Me podrías tomar una foto?, me encanta Björk, me sé todas
las canciones”, se escucha decir a un fanático con la playera negra con cinco
letras impresas al salir del mini cine en los murales que ahora despiden a la
gente, todo para guardar ese instante en su tecnología, presumirla y hacerla
inmortal en redes sociales.
Esta
exposición logra el cometido de introducir a la gente en el universo Björk. Los
fans salen emocionados y con nuevas amistades; los que no lo son, probablemente
quieran escucharla un poco más, aunque ya no la tengan tan cerca. Esta artista
logró crear una realidad que se postra en museos. Es más que una cantante. El
museo muestra una nueva faceta de Islandia, de su cultura y de su más famosa
cantante. El museo creó algo familiar. Nada aquí es extraño. La realidad Björk
se hizo presente.
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