Carta a un cliente al que le compuse mal unos zapatos
Shoes - Vincent Van Gogh
Estimado
señor:
Como
usted mencionó, de verdad me extrañó esta respuesta hacia mi trabajo. Su calma
a la hora de recibir ese, efectivamente, bello par de calzado me había puesto
en una situación de felicidad. No fue nada fácil intentar repararlos y, por lo
que comenta en su carta, no fueron de su agrado.
Por unos cuantos pesos, un nuevo par
de calzado, fue lo que le dije, pero no tomó en cuenta el tiempo: entre menos
dinero se hará un trabajo más rápido y, por lo tanto de menos calidad. Usted
pidió, a como diera lugar, una reparación rápida a costa de lo que fuere. Ahí
tiene su economía.
Acertó. El par aún se encontraba en
condiciones de uso pero su ambición, como menciona, logró desprestigiarlos, no
yo. Mis halagos no fueron para hacerlo feliz ese día, sino para persuadirlo de
esperar un poco más o, en otro caso, ahorrar y comprar unos nuevos. Mi promesa,
la cual según usted no cumplí, fue para no destruir su alegría. Me disculpo por
no ser directo. ¿Cómo lo sería? Soy un zapatero, sino le hablo a objetos
inanimados charlo con los pies mirando el suelo.
Sus pies no soportaron un trabajo
rápido. En tan poco tiempo, como le mencioné, no se hacen zapatos nuevos, menos
cuando debe transformarse toda la fisionomía. El lapso no fue suficiente para
conseguir los materiales adecuados, así que me di a la tarea de conseguir los
más parecidos: la piel del calzado es fina y no se adecuó a la suela pobre
colocada; las puntas se arruinaron por estirar en demasía la piel para cubrir
la suela. Sí, debo defender mi trabajo.
Esa segunda piel, como usted dice,
ya no lo es más. Dejaron de ser una extensión de sus pies cuando tocaron mi
taller. Una cirugía de ese estilo cambiaría a cualquiera, como logró darse
cuenta. Imagine: un joven de 20 años con un corazón de alguien de 60. Nunca
funcionarían de la misma forma. No sería igual que antes.
El tiempo se agota. Hay ciclos que
comienzan y, por ende, deben tener un fin. Arraigarnos a las cosas no es sano.
Ahora lo sabe. Debió dejar que el tiempo hablara por sus zapatos y no
otorgarles una segunda vida. Su humildad se convirtió en egolatría cuando
prefirió su comodidad. La segunda oportunidad planeada por usted le iba a dar,
como mencionó, una etapa opaca… Si tanto cariño le tenía a su calzado, dejarlo
morir con honor habría sido la decisión más acertada. Siempre se recordara a
los soldados abatidos en el campo de batalla.
De verdad amo mi oficio, si no lo
hiciera no me dedicaría a ellos. He tenido muchos clientes satisfechos con las
metamorfosis realizadas a sus zapatos, sin embargo este caso fue especial.
Todos los males que usted menciona, haciendo referencia a mi, según su
perspectiva, baja calidad de trabajo fueron provocados por su apuro. Restaurar
calzado es como operar a alguien: para mí son personas más en este mundo, gente
con vida que necesita su tiempo para volver a ser lo que eran.
Sí, también tengo extremidades
humanas, y no sólo mías. He experimentado tantas que ahora soy una combinación
de todas, hasta las suyas. Ahora me siento parte de usted y su calzado. Podría
decirle que soy más humano pero pecaría de soberbia.
Como bien lo menciona, mis clientes,
algunos, no tiene para derrochar. Con usted me di cuenta. Tal vez quien no
tiene amor hacia algo es usted. Su calzado debió ser reparado con una calidad
excelsa: con tiempo, materiales y dinero, mas su falso sentimiento lograron la
muerte de un extraordinario par de zapatos. Posiblemente lo que deba derrochar
sea empatía y no dinero.
Respeto por mi oficio es lo que
sobra. Calidad me respalda, así que no debería comenzar de nuevo. Como todo
oficio, se pueden aprender cosas nuevas, eso es innegable. Así podré mejorarme
con estas experiencias. De ahora en adelante impondré condiciones para
desarrollar mis intervenciones a mi modo. Con calidad antes que cantidad.
Omito su sugerencia de su artesano
del pasado por respeto. Cualquiera que tenga ese amor por el oficio es admirable.
Ahora sólo queda aceptar su aceptar
su propuesta. Sin embargo no bajo sus condiciones. Venga usted con su calzado,
yo le haré una segunda operación. No habrá dinero de por medio, sólo cariño a
tan esplendoroso par y amor por ser zapatero. Antes de ser orgulloso debo ser
sensible ante situaciones terribles. Ahora, en cuento reciba esta carta, estaré
esperando a su persona en mi santuario.
Su más sincero servidor.
Texto inspirado en Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos de Juan José Arreola.
Comentarios
Publicar un comentario